miércoles, 16 de abril de 2008

Maldita Casa




Maldito el día en que le dije que sí a encontrarnos en esa casa milenaria, abandonada y más encima más lejos que la cresta.
Maldito el día en que me convenció que sería un día romántico, maravilloso, que nos pondríamos al día después de meses separados.
Maldito ese día.
La cama era increíble, creo que me di dos vueltas carnero y todavía quedaba espacio, las sábanas eran de seda y me resbalaba por todas partes. Lo primero que hicimos fue llenar la bañera inmensa, yo me había encargado de las sales, la espuma y el aceite aromático, afrodisíaco, él de llevar unas buenas reservas de vino exquisito y unas copas de cristal impresionantes.
Nos metimos casi de un piquero, que bañera más grande!, nadé un rato en círculos, él se recostó en una orilla, disfrutando de la espuma y jugando con ella. Me sumergí y lo empecé a buscar con mis manos, el agua era un poco terrosa ya que decían que venía de un manantial de la cordillera, pegada a la casa, así es que no podía ver nada bajo el agua pero mis manos lo reconocieron de inmediato, ya estaba excitado el muy guacho, totalmente paradita, toda para mi, la chupé hasta que pude aguantar la respiración, salí a la luz de las velas y lo besé con fuerza, exquisito, profundo. Nos empezamos a volver locos tocándonos por todas partes, tratando en un minuto de recordar lo pasado.
De tanto tocarnos se empezó a poner helada el agua así es que salimos como pudimos, enredados uno en el otro, todavía no me queda claro cómo pudimos subirnos a la cama pero ahí estábamos.
Me conocía tanto, sabía que me gustaba jugar, que me tocara largamente, que me besara de arriba abajo y así lo hizo, mientras yo con mis manos maestras lo excitaba cada vez más. Su lengua juguetona empezó a penetrarme, ya no podía más del éxtasis, tanto así que extendí los brazos hacia atrás del placer pero en esa ida de brazos di vuelta una de las botellas de vino sobre la cama, nos incorporamos rápidamente tratando de recoger la botella antes que terminara de vaciarse sobre las sábanas, todo era un desastre, vino por todos lados. Me acordé que al entrar a la casa había un armario que por curiosidad abrí y estaba lleno de mudas para la cama así es que decidí ir a buscar sábanas nuevas para arreglar un poco el entuerto.
Maldito el minuto en que decidí que era mejor cambiar las sábanas, él me insistió que era más exótico hacer el amor bañados en vino pero esa estupidez que tenemos a veces las mujeres de querer las cosas limpias me hizo contradecirlo e ir en busca de las malditas sábanas limpias.
Tomé la vela más cercana, me fui iluminando el camino como pude, no recordaba que el camino había sido tan largo hacia la pieza, pero caminé y caminé, me metí en distintos lugares de la casa sin poder encontrar el maldito armario, seguí buscando. Deben haber pasado unos veinte minutos hasta que me tropecé con no sé qué, caí de espaldas, me levanté emputecida de la rabia, seguí caminando, la vela no se alcanzó a apagar con la caída, pero casi inicio un incendio de la puta madre, a lo lejos divisé lo que podía ser el armario, por la sombra que no me dejaba ver el camino, caminé hacia esa sombra y efectivamente era el maldito armario, dejé la vela a un lado, saqué lo que creí eran las malditas sábanas limpias y miré hacia atrás, tratando de recordar qué camino había seguido y poder volver a la pieza lo más rápido posible.Creo que entré en diez lugares distintos, los pasillos eran infinitos, las piezas también, hasta llegué a lo que parecía un salón de baile por lo espacioso y vacío, salí de ahí por una puerta que no recordaba como entrada, así deben haber pasado treinta o cuarenta minutos ya que la vela se terminó de consumir. Ya a ciegas y sólo tanteando con mis manos seguí buscando el camino pero fue imposible. Cansada de tanto caminar, me senté a descansar y ahí me quedé dormida, no sé si fue el sopor del ambiente pero me dormí inexplicablemente y nunca llegué a la pieza, nunca la volví a encontrar, nunca encontré la maldita pieza, nunca volví a mi amante, no sé qué habrá sido de él...yo sigo acá sentada, tratando de explicarme qué pasó. Maldita casa

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