miércoles, 16 de abril de 2008

El Viaje


Lo primero que supe antes de decidirme a viajar a aquel lugar, fue que siempre estaban atrás, nunca nadie los había logrado ver en la parte anterior de la casa, siempre atrás. Eso era lo que más me llamaba la atención y despertaba mi curiosidad morbosa de saber el por qué habían decidido habitar sólo la parte posterior cuando años antes eran parte de un todo.
Manejé largas horas, los árboles pasaban rápido en el lateral de mis ojos, la calle larga e infinita estaba desierta, hacía tiempo ya que nadie quería saber de ellos, pero yo necesitaba estar ahí, sentir su olor, olor que seguramente me haría recordar muchas cosas.
Llegué al anochecer y tal como lo esperaba, estaban a punto de salir, la noche siempre les había atraído. No puedo negar que me llené de sudor, instantáneo, un miedo intenso se apoderó de mi cuerpo, sabía lo que me esperaba, sabía que mi decisión traería un final poco feliz, pero tenía que verlos. Necesitaba volver a experimentar lo que me había cambiado por completo la vida, lo que me había convertido en el ser que soy.
La casa inmensa y oscura estaba frente a mis ojos, todas las ventanas cubiertas por maderas puestas en desorden, habían querido hacerlo rápido, muy rápido, durante el día y teniendo la luz del sol como protectora.
Traté de entrar y al romper algunos tablones de una ventana, el olor putrefacto me invadió, empecé a darme cuenta que era el principio de mi fin, pero ya no había vuelta atrás. Ellos ya sabían que yo había llegado.
Entré rápidamente por el espacio extraño que logré abrir, caí de cabeza y algo me golpeó, no supe qué era, sólo sentí un poco de sangre caliente correr por mi cara, llegando hasta mis labios, que esperaban atentos algún tipo de sabor que los haría revivir.
No puedo negar que el miedo era proporcional a mi excitación. Excitación que hizo levantarme del suelo casi de un salto totalmente ajeno a mi condición física normal. Caminé por pasillos cubiertos de un lodo espeso, oscuros, hasta llegar al cuarto negro, toqué las paredes, no veía nada, sólo un poco de luz de luna se filtraba por las grietas de la casa ya venida a menos.
Me tendí en el piso, ellos vendrían a mi como aquella vez, más rápido de lo normal por el olor de mi sangre.
Me reconocieron de inmediato, hablaron unos minutos en una lengua que ya había olvidado, se subieron rápidamente encima de mi cuerpo expuesto a la nada.
Empecé a sentir ese placer que alguna vez me había llevado a lugares inexplicables, de a poco se agolpaba todo en mi mente, como si fuese la primera vez. Eran definitivamente ellos, pero ahora desde la parte posterior, no alcancé a preguntarles el por qué de su decisión de escoger sólo ese lugar, todo fue muy rápido, tan rápido que a penas alcancé a terminar mi último suspiro.

No hay comentarios: