miércoles, 16 de abril de 2008

El Vestido


Compré el vestido sin saber para qué podría llegar a usarlo, de una tela suave, con la espalda descubierta y un suficiente escote para que nadie me mirara a los ojos, me hacía ver una princesa sin serlo.
Un día llegó el día y decidí usarlo, me peiné un poco, sólo brillo en los labios...y mi piel, recién salida de un baño increíble...con pura avena, miel y unos toques de lavanda.
Me perfumé como siempre..no podía salir sin mi perfume. Sin medias, demasiado calor. Sólo mi ropa interior de encaje, encaje suave como siempre. Sólo quería sentir mi piel.
Llegué un poco tarde, ya estaban todos a la mesa. Habían unas 7 personas, unos pocos conocidos, otros que jamás había visto.
Me senté y pedí vino, como siempre. No tenía hambre. Tomé mi copa de vino, me acomodé y sólo me dediqué a mirar. Todos conversaban, tranquilos, se reían, intercambiaban ideas...y yo miraba.
Por unos segundo mi mirada se cruzó con la de un hombre que no conocía, me miraba fijo, atento, sin desviar sus ojos ni por un segundo. Miré hacia otro lado, traté de conversar con la persona que tenía al lado, hablamos un par de palabras, cortesía al fin y volví a mirar y ahí estaba, con sus ojos penetrantes, sin dejar de observarme. Sentí una mezcla de incomodo y a la vez de agrado, era una mirada especial, una mirada que me decía mil cosas y a la vez me las quitaba. Decidí enfrentarlo y mirarlo de la misma forma para ver si dejaba su juego, pero no, siguió.
Ya no sabía qué hacer con la copa de vino, conmigo, con mi vestido, si taparme un poco el escote o simplemente hacer de cuenta que no existía pero era imposible, su mirada era demasiado penetrante e inquietante.
Decidí pararme e ir al baño. El lugar era un restaurant antiguo, grande, lleno de cortinas de terciopelo bordeaux. Caminé por el pasillo largo hasta llegar al baño, también estilo 1800, entré y tenía candelabros en vez de luces normales. Las velas iluminaban el lugar de una forma interesante. Me quedé un rato mirando y viendo los juegos de luces que se producían en las paredes, en medio de todo hasta que sentí que la puerta del baño se abría. Era este hombre, con su traje oscuro, alto, moreno, sin corbata, sólo un traje negro y su camisa blanca a medio abrir.
Me quedé sin aliento, sin respirar casi. Empezó a dar vueltas a mi alrededor. Sin dejar de mirarme, pero ya su mirada iba de arriba a abajo. Hasta que se paró frente a mi. Tenía un olor particular, entre perfume y no sé....
Pasó el dorso de su mano por mi mejilla, suave, casi sin tocarme. Luego su mano tocó mi frente y empezó a bajar hasta llegar a mis labios, uno de sus dedos los recorrió. Yo tiritaba a esas alturas. Luego, su mano llegó a uno de mis hombros, lo acarició suave, sintiendo mi piel. Se acercó hasta mi cuello y me olió, aspiró profundo como queriéndose llevar todo mi olor y se quedó en mi cuello mientras su mano seguía en mi hombro y lo acariciaba. Yo simplemente lo dejaba.
Se alejó nuevamente pero lo suficiente para que su mano pudiera bajar el tirante de mi vestido, luego, el otro, deslizándose hasta la cintura dejando así mis senos al descubierto.
Retrocedió unos dos pasos y me miró, me miró por unos minutos exageradamente largos.
Se acercó nuevamente y con sus dos manos dejó caer por completo el vestido, ahora dejándome absolutamente expuesta. Nadie decía nada, los dos en medio de este baño hermoso. Con velas jugando con nosotros o con él, yo sólo era parte de su juego.
Desnuda ante él, él mirándome, empezó a dar vueltas nuevamente, se puso atrás mío, me tomó por los hombros y acercó su boca a mi cuello, si tocarme con sus labios, sólo sentí su aliento. Con sus manos, me tomó la cintura, bajó hasta mis caderas, me acercó hacia él. Yo respiré profundo. Mi cuerpo se estremecía. Pero en ese instante, me soltó, volvió a tocarme la mejilla, en un gesto de despedida y se fue. Me dejó desnuda en medio de la nada, con su olor, con mi olor. Y quedé extasiada. Extasiada de un placer inexplicable. Sólo un placer de sentir casi sin tocar, de mirar sin llegar a nada, sólo el sentir. Sentir inmensamente el dolor físico de no sentir sintiendo.


Desnuda, en ese cuarto, a semi luz

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